Fin de semana sin trabajo
Mucha gente se la pasa pensando de lunes a viernes en el fin
de semana y cuánto disfrutará en él. Sin embargo, no todos son capaces de
lograrlo. Aquellos que hayan escuchado a su pareja en la playa decirles bien
fuerte: “¿Qué te pasa que tienes esa cara?” o “Al final, estás más enojado aquí
que en casa” sabrán a lo que me refiero: La dificultad para desconectarse del
trabajo durante los fines de semana. Y en lo que todos seguramente
coincidiremos es que ello genera un indiscutible malestar no solo para el que
lo padece sino que también es capaz de arrastrar a su familia en esa
desagradable ola.
1. Factores Propios
Sin ánimo de pretender una igualación forzosa de todos los
seres humanos, no está mal decir que existen ciertas características de
personalidad que favorecen la aparición de este fenómeno. Por ejemplo, aquellos
que son muy exigentes consigo mismo y con los demás; o que posean una muy baja
tolerancia a la frustración, en general serán más proclives a no poder hacer el
debido corte. En líneas generales, y a los fines didácticos, aquellos con
rasgos ligados a lo obsesivo (tendencia a querer controlar todo, todo el
tiempo; fascinación por el orden; rigidez de pensamiento; escasa aceptación de
matices, entre otros) estarán más cerca de quedar con la moto de las
preocupaciones andando sin parar en la cabeza.
2. Factores Ajenos: El Contexto
Un cambio de empleo o de jefe. Una mudanza del lugar de
trabajo. Un brusco descenso en las ventas; un incumplimiento de las metas
planteadas o la gran dificultad para alcanzarlas son percibidas como amenazas
reales por el cerebro, despertando así nuestros centros amigdalinos de alerta,
lo que genera un estado de vigilia constante.
Cuando no podemos dormir en esas noches en las que no cabe
más que relajarse porque durante el día nos la pasamos jugando en la playa con
nuestros hijos, es porque nuestro cerebro percibe un peligro como real e
inminente y por ello nos prepara para la reacción, lo que en el cuerpo se
verifica con insomnio y ansiedad, por citar las más típicas.
En este caso, las modificaciones ocurren en el afuera por lo
que no dependen de nosotros, limitándose la responsabilidad a una mera cuestión
adaptativa.
3. La fatídica y habitual combinación de ambas
Lo ideal no existe más que en los libros, y en la mayoría de
los casos lo que puede verse es una mezcla de los anteriores puntos. Sobre esta
base, se construyen verdaderos castillos cuya altura solamente es capaz de ver
aquel que los habita en su sufrimiento…
Lo primero a tener en cuenta es que el punto dos, los
llamados factores situacionales, poseen mejor pronóstico en tanto una vez
corregidos, lo esperable es que el malestar disminuya y podamos volver a un
estado equilibrado de vida. Pero en cambio, si son nuestros factores de
personalidad los que influyen, es importante decir que no son tan simples de
solucionar ni tampoco remiten por el mero paso del tiempo. Lamentablemente,
muchas veces se escuchan personas que piensan: “Esto ya pasará, tengo que
aguantarlo como tantas otras veces” imaginando salidas mágicas que son
desmentidas a corto plazo.
Sin mengua de lo anterior, ello no impide desarrollar
algunos hábitos o tips capaces de generar cambios en nuestro modo de ver la
realidad. Ejemplos:
1 Tratar de llegar a las causas raíces del malestar,
pudiendo determinar si se trata de algo pasajero/externo o bien corresponde a
mí mismo.
2 Escuchar a quienes nos conocen. Por lo general, si la
mayoría coincide en que estamos algo insoportables seguro que un poco de razón
deben tener.
3 Respetar nuestras necesidades. Esto es sencillo: si
durante el día tengo sueño, por más que no sea el horario en que la mayoría
duerme, debo hacer una siesta aunque sea breve. Si tengo ganas de estar solo,
tengo que buscar mi propio espacio.
4 Guiarse menos por el reloj de la muñeca y más por la
brújula de las ganas. Leer o mirar tele hasta más tarde, quedarse conversando
con un amigo o jugando con un hijo más allá del estricto horario cotidiano nos
ayudará a atenuar un poco nuestro estricto Superyo.
5 Darse pequeños gustos: un helado, caminar descalzo por el
césped húmedo, gastar algo más de la cuenta…
6 No olvidar nuestros sueños. Creer que somos capaces de
llegar donde nos proponemos, con obstáculos y dificultades, pero que finalmente
lo lograremos. Que posiblemente no sea ahora, pero que tampoco necesita serlo
en lo inmediato para que seamos felices.
7 Ser más tolerantes con nosotros mismos. Perdonarnos un
poquito cuando lo planeado no resulta tal cual; cuando nos damos cuenta que
nuestra esposa no se ve como la de la tele; nuestros hijos no son lo
inteligentes ni buenos deportistas que hubiéramos deseado o nuestro abdomen
tampoco luce plano como la estética actual manda.
En resumen, se trata de conocernos más, y así ser más
respetuoso y coherentes con nuestro propio deseo.
FUENTE:entrepeneur.com

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